Empiezo una serie de entradas referentes a las ciudades de la antigüedad. Pienso que es mejor que nos paremos durante unas cuantas entradas a reflexionar sobre el pasado de nuestras ciudades, y de esa manera, coger fuerza para continuar adelante con nuevas cosas.
Lo primero que cabe decir referente a las ciudades de la antigüedad que es difícil llegar a una definición clara de «ciudad» a la vez que también es complejo diferenciar entre los asentamientos de población y las ciudades. Aquí ya hemos hablado alguna vez de las funciones de una ciudad, pero claro está, el papel que hoy toman las ciudades es muy diferente al que tomaban en aquellos remotos tiempos.
Así, los historiadores y antropólogos, se han puesto de acuerdo en establecer una serie de criterios para las ciudades de la antigüedad. Una de ellas es que tuvieran un número de población elevado, alrededor de los 1.000 habitantes, que para la actualidad representa una cantidad ridícula pero para entonces era un asentamiento y aglomeración de población considerable. La segunda seria que la propia ciudad fuera el núcleo de dinamización de una zona más amplia, que ejerciera el papel de lideraje y de atracción. Por último, que en este asentamiento, las construcciones fueran variadas y tuvieran diferentes funciones, esto es, que por ejemplo hubieran templos, palacios y casas. Básicamente con este último punto se busca que las ciudades de la antigüedad realizaran diferentes funciones, como las ciudades actuales vamos.
Uno de los elementos que me dejo conscientemente es el puerto, del que hablaré más tarde. Sin duda, los primeros referentes de aglomeraciones urbanas pueden ser las ciudades de Mesopotamia, de las que hemos hablado alguna vez, y de igual forma, también las polis griegas y las egipcias. El problema con el concepto «polis» o incluso el de ciudades estado, es que no hace una radiografía completa, dejando de lado la visión romántica de estas, encontramos que las «polis» griegas eran algo más complejo que simplemente la ciudad principal, y que estás podían comprender diferentes ciudades a parte de la principal.
El puerto era el centro de cambio de las ciudades de la antigüedad
El puerto comprende una dimensión a parte. Algunos historiadores basan en el puerto la diferencia entre ciudad o no. La razón es que el puerto tenía una serie de funciones en las ciudades de la antigüedad que lo hacen especialmente dinámico y adquiere una dimensión más considerable en la definición de ciudad.
Así, los puertos eran la entrada a las ciudades de forasteros, al igual que del comercio, de las nuevas ideas, y era la puerta para el intercambio de ideas y de principios. A parte, las zonas portuarias de las ciudades de la antigüedad, constituían a su alrededor núcleos dinámicos de servicios, así como manufactura, esto las hacía muy dinámicas.
De hecho, los puertos eran considerados los centros de cambio y entrada de ideas cambiantes, por ello, incluso Platón, hablaba de los puertos como una zona que se debía vigilar, y que debía quedar lejos del alcance del mercado, para que así esas ideas y dinamismos no pudieran afectar a la pausada vida de la ciudad.