En una sociedad cada vez más interrelacionada, nos encontramos ante la situación de que cada vez las ciudades tienen problemas más diversos que las hacen más complejas a la hora de gestionarlas. Sin duda, el urbanismo así como la ciencia política son las dos principales disciplinas que intentan dar rienda suelta a las soluciones para los problemas de la actualidad.
Pero muchas veces, estos problemas son de tal complejidad que las soluciones tradicionales lejos de dar una solución comprensible son meros espectadores de lo que puede llegar a un problema más complejos.
Por eso mismo cada vez es más complejo todo aquello que depende de los modelos tradicionales de gestión pública en las ciudades del mundo, factor que lleva a muchas administraciones a hacer un uso más que dudoso de los fondos públicos de los presupuestos municipales.
Un ejemplo claro sería el desarrollo urbanístico, así como todo lo que tiene que ver con la gestión de abultadas cuentas de beneficios de muchos constructores que se han beneficiado ciegamente de los beneficios de la especulación y de la oportunidades que les daba la burbuja inmobiliaria.
Una vez que ha petado, los ciudadanos normales se han quedado con el problema para solucionar, mientras que todos aquellos que ganaron tanto han continuado ganando pero invirtiendo el dinero en otros menesteres lejos de los ámbitos de la construcción. Esta es una nueva realidad de los modelos de las ciudades, que lejos de ser modelos sociales se han convertido en modelos económicos cercanos a lo que puede ser una larga serie de elementos que no lleven al desarrollo de las ciudades en un ámbito social, más bien en un ámbito urbanístico y económico.
El futuro de las ciudades es tenebroso, y más con las tensiones sociales que se derivan de la situación económica actual, la que llevará a sectores cada vez más amplios de la sociedad a la pobreza y la marginación social.